Ya son cinco años desde que las manos de la paraguaya Marizza Faría empezaron a cambiar la historia deportiva del Liberbank Gijón, el equipo de balonmano del puerto. El trabajo realizado ha llevado a su agrupación de la segunda división hasta la conquista de la Copa de la Reina de su deporte el año pasado; todo ello dentro de un juego de “dar y tomar” que inicio con su llegada a España hace 11 años.
Al igual que todos los inmigrantes, y antes de consagrarse como la mejor jugadora de la máxima división del handball femenino español, Marizza, llegó a esta tierra con 20 años y muchas dudas, sin ninguna certeza sobre su futuro. Así que ella hizo lo que los inmigrantes saben hacer: trabajar, y en su particular caso, pulir su don natural para el deporte.
“Yo soy la prueba de que si trabajas por lo que te apasiona todo se puede lograr”, suscribe la considerada como “insignia” de la selección paraguaya de balonmano, combinado con el que logró el bronce en los Juegos Panamericanos de 2017. Y el esfuerzo que ella pide, en un entorno organizado y profesionalizado, como lo es la liga profesional de España, pueden llevar a la persona indicada a pasar, como en su caso, de un diamante en bruto a una joya valorada en los dos orillas del Atlántico.
Tanto como reconoce su trabajo, la central guaraní agradece su suerte, desde sus inicios en Alicante, con una hija de dos años bajos sus cuidados, asegura que solamente se ja encontrado con buena gente que le ha ayudado a ser mejor. “Es recíproco, la gente ayuda a quién ve que puede ayudarles”, explica ante la afición gijonesa y asturiana que, fruto del esfuerzo de la paraguaya, consiguió esa Copa de la Reina que nunca había llegado al Principado.
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