A mí, personalmente, me agrada ver que cada vez son más los espacios para extranjeros que desde distintos colectivos y particulares se están implementado en Asturias. Esos espacios, que por obvias razones se dedican al ocio en su mayoría, son puntos de encuentro para que los paisanos se pongan rostro, intercambien experiencias y, por qué no, generen amistades o sinergias que den paso a proyectos personales o laborales que apuntalen, aún más, nuestra creciente comunidad de Nuevos Asturianos.
En estos espacios vemos a nuestros semejantes y abandonamos la soledad que llega con la inmigración, que vive dentro de nosotros en mayor o menor medida, y que en algunos casos, por las circunstancias personales, se hace inmensa y provoca circunstancias trágicas que, a pesar de lo que pensamos, se pueden solventar con solo mantener una amistad y recibir un consejo en el momento preciso.
Digo todo esto porque la semana pasada la Asociación Sociocultural Iberoamérica nos hizo reflexionar a unos cuantos sobre la importancia de dejarnos ver, de acercar a españoles y extranjeros un poquito a la vida que nos hemos creado en Asturias y España. A través de Iberoamérica conocimos la historia de Lilian, una mujer brasileña que después de vivir dos años en Asturias murió en la soledad, víctima de un cáncer fulminante que acabó con su existencia en cuestión de días.
Como muchos latinoamericanos, Lilian consiguió trabajo cuidando a una persona dependiente en un pueblito alejado del Área metropolitana central de Asturias; incomunicada por las características de este tipo de poblaciones, vivía sus días tratando de ayudar a una persona con necesidades especiales, con las limitaciones lógicas dada sus circunstancias, y con la única compañía de su, a la vez, jefe, dependiente y amigo.
Por todas estas contingencias, Lilian no estaba en contacto con ningún paisano o colectivo de Nuevos Asturianos. Nadie que pudiera estar atenta a sus necesidades y alertarla sobre los síntomas de su menguante salud u orientarla sobre a dónde acudir por información, dejando pasar los días hasta el trágico final.
Lilian no contó su historia a nadie, al momento de su muerte nadie sabía nada de ella. Durante su breve agonía el personal del Hospital Universitario Central de Asturias se dedicó a buscar un familiar que la acompañe en los pocos días que le quedaban. La suerte quiso que a través de un nexo personal, no institucional, LO SUBRAYO, una médico contacte con la Asociación Iberoamérica y solamente gracias a las gestiones realizadas por ellos se consiguiera información tan básica como un número de pasaporte, con lo que se pudo dar los datos suficientes para que el consulado de Brasil, presto y diligente, contacte con algún allegado.
Hoy hace una semana desde que su cuerpo fue enterrado en el mismo pueblito en el que ella trató de hacer su nueva vida en Asturias. En su despedida final estuvo su jefe y amigo, el párroco, los operarios del cementerio y tres desconocidos, miembros de la asociación Iberoamérica que fueron a acompañarla a pesar de nunca haberla conocido.
Es importante que las personas de nuestro entorno nos conozcan, que sepan de nuestra historia. Unirnos como nuevos asturianos es mucho más fácil de lo que pensamos, no hace falta formar parte de ningún colectivo u organización especial, basta con dejarnos ver, con frecuentar de vez en cuando un lugar en donde podamos sentirnos en la confianza de decir quién soy, qué hago y qué espero en esta nueva tierra. Basta con buscar un amigo con quien compartir.