Abordar temas dramáticos es una labor tan necesaria como dolorosa, por ello es destacable el esfuerzo que algunos (pocos) colectivos realizan para ayudar a regiones afectadas por la violencia en países conflictivos como lo es Colombia.
Por ello el trabajo de Pueblo y Dignidad tiene un plus de dificultad muy loable ya que trata de sensibilizar a los españoles y europeos (que en sus nuevas y no tan nuevas generaciones nunca han visto una guerra de cerca) sobre la muerte, el secuestro y la trata de personas como resultado de un hecho tan común como reivindicar los derechos ciudadanos.
Fundada en 2007, Pueblo y Dignidad trabaja con líderes sociales y comunidades perseguidas en territorio colombiano por las fuerzas paramilitares de las llamadas autodefensas, la ambición de las multinacionales del primer mundo y la corrupción de autoridades del país. En 2013, con el ingreso al colectivo de Lola Villacob, una activista social nativa de la costa caribe colombiana y vinculada con la internacionalmente reconocida fundación Comité Social con los Presos Políticos (CSPP), movió el foco de atención de Pueblo y Dignidad al país cafetero lo que les ha llevado a desarrollar cerca de 20 proyectos dedicados a facilitar la protección de pequeñas poblaciones y personalidades perseguidas por la defensa de sus derechos a través de la concienciación en suelo español.
La asociación actualmente desarrolla tres proyectos desde Asturias, todos ellos financiados por los gobiernos locales de Oviedo, Gijón y Avilés y dedicados a la divulgación de las ejecuciones extrajudiciales, de la persecución que sufren los líderes sociales y, también, a facilitar la recuperación de tierras robadas por los grupos armados en las zonas de conflicto colombianas.
A pesar de que sus proyectos cuentan con la colaboración de las administraciones locales del Principado, y algunos han sido financiados por la Agencia Asturiana de Cooperación, el peso de la financiación del día a día recae sobre los 30 socios de Pueblo y Dignidad que aportan lo que pueden para mantener viva la esperanza de cientos de personas, mucho menos favorecidos que ellos, a miles de kilómetros de distancia.