Durante los meses previos a las elecciones regionales del pasado mayo, entrevistamos a varios responsables de los partidos políticos más relevantes de Asturias enfocándonos en su acercamiento a la comunidad de extranjeros en el Principado, cuánto conocen de ella y sus propuestas puntuales para atender las demandas de está. Y una de las cosas que rápidamente se evidenció es que existe una verdadera confusión sobre qué hablamos cuando hablamos de la comunidad de extranjeros en Asturias y España, o lo que nosotros llamamos los Nuevos Españoles.
Honestamente, creo que esta confusión no es fruto del desconocimiento. Estoy más que seguro que cada uno de los políticos entrevistados en nuestro blog está al tanto de las diferencias entre emigrante, inmigrante regular e irregular y refugiado; y por eso me llama la atención que ninguno de ellos sepa cómo hablar al público que, en teoría, pretende llegar a través de un medio como este, enfocado en la comunidad de nuevos españoles.
Esta confusión cristalizaba durante esos encuentros en momentos puntuales, por ejemplo, a la pregunta concreta de qué habían hecho sus partidos políticos por los inmigrantes recibía respuestas que casi siempre hicieron referencia a proyectos en Cooperación al Desarrollo o gestión de Asilo Político, ambas, causas muy respetables y dignas, pero que están bastante lejos de las prioridades de la persona ya establecida en España, en la mayoría de los casos con nacionalidad, que tiene las mismas necesidades y sufre las mismas calamidades que un español promedio pero que, a diferencia de éste, no tiene el respaldo que una estructura familiar y social le pueden ofrecer.
Es decir, que en nuestras conversaciones nos comentaban lo mucho que se ha ayudado a determinados países en asuntos de Derechos Humanos y se obviaba abordar el paro, que (según datos de la Encuesta de Población Activa) es del 21% entre los nuevos españoles frente al 13% de los nativos. Este ejemplo ilustra el error de enfoque por parte de los políticos y explica muchas de las razones por las que los nuevos españoles no acaban de involucrarse con sus autoridades locales, regionales y nacionales.
El político español habla sobre inmigración metiendo en el mismo discurso la inmigración ilegal, el asilo político y la delincuencia, y al hacerlo demuestra su desconocimiento de los nuevos españoles, un colectivo tan heterodoxo como los orígenes de sus componentes. Por poner un ejemplo que afecta directamente los intereses de los partidos: ¿Cómo se justifica la baja participación electoral de un colectivo que representa el 15% de la población y del que, tan solo entre 2013 y 2018, más de 854.000 personas adquirieron la nacionalidad española… ¿Cómo? Especialmente si, haciendo caso a los datos Ministerio de Trabajo, éstos nuevos españoles tiene una edad promedio de 38,5 años, es decir están edad trabajar y, lo más importante, de votar.
Esta confusión entre emigración, inmigración regular e irregular y refugio se debe solventar con dialogo, con la comunicación directa entre las autoridades y los nuevos españoles. Hay que plantear, de lado y lado, las necesidades concretas que se tienen; enfocarse en las que afectan de manera real a los nuevos vecinos y a los españoles de siempre; trabajarlas de manera conjunta y comprender que la verdadera integración no se consigue con la emisión de un NIE o DNI, si no con la solución de los problemas que afrontan los españoles de origen extranjero en su nuevo país, en España.