Los emigrantes europeos y los sudacas que invaden

Análisis

Cuando leo los comentarios que generan las publicaciones de este blog, me llama la atención la minoritaria, pero constante queja que algunos inmigrantes tienen sobre la inmigración. El lamento, en la mayoría de ocasiones, rumia la nostalgia y suspira al comparar a los idealizados inmigrantes europeos que llegaron a América Latina en el siglo XX, con los apestados sudacas que hoy por hoy tratan de sobrevivir a España y Europa.

Normalmente, estos censores, apuntan que la migración europea en suelo americano se tradujo en riqueza, en creación de grandes empresas y de empleo para nativos y recién llegados y compara, injustamente, este mítico discurso con los, a su parecer, escasos logros alcanzados por los inmigrantes latinoamericanos en Iberia.

Además de ser recurrentes y repetitivas, estás quejas con rápidas, aparecen en cuanto mostramos alguna información que ensalza el aporte de los Nuevos Españoles a España, y creo que en esa rapidez, en esa imperiosa necesidad de criticar al paisano, es donde se puede apreciar la falta de análisis y de justicia de estas bravatas.

El boom de la inmigración en España se dio en la primera década de este siglo, la regularización masiva del gobierno de Rodríguez Zapatero fue en 2004, hace apenas 15 años, y aún así ha sido tiempo suficiente para aportar una salvadora mano al estado de bienestar, y la hucha de la seguridad social, y para crear miles de empresarios y trabajadores autónomos, concretamente uno de cada 10 según los datos de 2018 del Régimen Especial de Trabajadores Autónomos; pero, lastimosamente, no ha sido tiempo suficiente para crear “grandes empresas o fábricas” en la hiperregularizada Europa que busca en los extranjeros mano de obra barata para cubrir los trabajos que los nativos no quieren realizar por sacrificados y mal pagados.

Nada que ver con el panorama que los europeos afrontaron en la América Latina del siglo XX en donde fueron recibidos con los brazos abiertos como expresan las directrices marcadas por los Estados Americanos Miembros de la Organización Internacional del Trabajo, que en su conferencia de celebrada de 1936 concluyeron que se debía favorecer la inmigración por pura conveniencia nacional. Es decir, que fueron coherentes con la realidad económica, social y demográfica de sus países… Algo que la Unión Europea debería hacer para afrontar su crisis demográfica, por ejemplo.

Y a esa cálida recepción súmale la ingente colaboración del régimen franquista que  facilitó:

  1. la obtención del pasaporte,
  2. permitió la libre salida de divisas del país,
  3. firmó diversos convenios bilaterales con países latinoamericanos,
  4. creo en 1956 el Instituto Español de Emigración para:
    1. planificar y controlar su diáspora,
    2. orientar y facilitar transporte barato y documentación necesaria para los expatriados
  5. Además, España se adhirió al Comité Intergubemamental de Migraciones Europeas que permitía:
    1. asegurar el transporte a los emigrantes con medios insuficientes desde España a América y, por último,
    2. aseguraba la acogida, colocación inicial e instalación de los emigrados  de acuerdo a las peticiones de los países que los acogían….

Vamos, lo mismo que hacen todos los gobiernos latinoamericanos en esta Europa de puertas abiertas.

Y no olvidemos la apertura de la población latina que, con sus más y sus menos, siempre supo acoger a los hijos de la todavía reconocida como Madre Patria, España.

En resumidas cuentas, la minoritaria, pero constante queja que algunos inmigrantes tienen sobre la inmigración en España nos descubre la idea que los expatriados guardamos en nuestro ser más profundo: la prosperidad. Y que, lamentablemente, al llegar a la tierra prometida no se cumplen por las enormes barreras que un Estado, con todo su derecho, impone para controlar los flujos migratorios, proteger su mercado laboral interno y asegurar la gradual integración de los nuevos españoles.

Hay que ser justos con el drama de los que emigraron en su momento y los que lo hacen ahora. No son válidas las comparaciones maniqueas y tendenciosas mucho menos cuando nace del resentimiento y la frustración.

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